sábado, mayo 26, 2007

sinónimo de testamento

Por eso le gruñó, le explicó y le reclamó que no tiene nombre
-Busco tus ojos en los suyos- le dijo -mientras no tienes idea de que esto lo escribo para ti-

-No tienes idea e ideas a otra-.

Le reventó la negligencia.

El porqué con ella fue distinto -dímelo fríamente para poder despedirme de una vez-.

No puede, no le da el cuerpo. Dormido, cansado, exhausto.

-Miénteme por lo menos, empújame a la calle, escúpeme en el vestidito nuevo-

No lo soportó más, no quería tener que llegar a hablarle denuevo a través del espejo -Qué me hiciste, qué te hicieron-

-Olvídame como ya lo hiciste hace tanto tiempo, concédeme esa frase. Dime como lo hiciste tú –no paraba de increparle

No le gustaba el sabor de su boca y menos le gusta el dolor de sus manos heladas

-te odio, te aborrezco, me eclipso, me desangro -

Se desperdiciaba su sangre, su nombre y cada una de sus pulsiones. Nada natural tenia sentido, nada humano se tornaba concreto -nada en tu nombre supera el capricho-

Lo merecía, eso lo tenía claro, y su piel se empapaba; sus piernas chorreaban hasta el suelo. Su dolor se había tornado piedra, se había quedado inmóvil, la hizo creer en los milagros. Le había logrado quitar la fe.

No le lastima, no le carga y eso mismo le deseó.


Aún a los pies de su cama tuvo el valor de tomar un lápiz y escribir en el
suelo, antes de que él alcanzara a llegar y escuchar a destiempo
toda esta catarsis.

Yo le dejo mis manos en la puerta a Clara, siempre me pareció una joven encantadora que dignificaba a cualquiera con su bienvenida. Le dejo mi inocencia al joven de ojos tristes, que aún cuando me pareció que se desvaneció hace algunos años, hoy me doy cuenta que nunca ha vivido más que en mi cabeza. Les ruego, conserven mi paz.
Le dejo mis óleos azules al anticristo y al semi dios, para que pinten otra cosa que no sea ellos mismos. Le dejo todas mis lágrimas a mi profesor, a ese que se emocionaba tanto cuando las teñía en sus manos. Renuncio a mis últimos 4 sorbos de agua, y se las regalo a mi familia, que yo no me arriesgo ni siquiera por terceras guerras.
A dios le dejo mis candados y mis llaves de sin razón, una maravilla de nada y absoluta soledad. Un conflicto menos y un gracias, tres regalos caros y un aleluya.
De pronto nada, nada más que silencio.
Le dejo a todos los que lean mis ojos, para que los usen, para que abusen de ellos. Me desabrocho y riego el pasto con mi aliento, mi sudor y mi herencia para que otro sí pueda plantar en él. Les ruego, no olviden prenderle fuego a mi cuerpo disgregado, así no tendré que caminar, sólo tendré que planear por entre el vacío, por entre medio de cada pedacito de aire arrejuntado.
Por eso les dejo mi todo y mi más. Por eso les pido que me dejen nada más que el extenso número de recuerdos que componen mi yo, que me hacen daño y que me colman el alma. Déjenme la parodia que nadie más que yo pudo armar. Déjenme en paz, pues no tengo nada más que ofrecerles.
Dánae, Aguas Blancas, 1959.



sábado, mayo 05, 2007

Había una vez,

una niña con la espalda chueca.
No podía ver directamente a nadie y nunca requirió protección.
Era impenetrable, invencible, inmune e impenetrable.
No tenía necesidades ni de buenos días, ni de buenas tardes ni de buenas noches.

Un día, a un joven se le cayó una moneda.
Al recogerla, pasó inevitablemente a la altura de sus ojos.
Desde ese día, sólo lo de la espalda chueca fue lo mismo.

martes, mayo 01, 2007

Parricidio

Es tan irascible como insaciable.
Es un hombre delgado y en exceso velludo que, como cualquier otro, se sienta en la barra de un bar. De uno que se hacía nombrar “La mano cariñosa”.
Recién pagado se toma un par de tragos.
Una mujer canta en el escenario a las 23:00 hrs. A las 23:25 , está seguro de que es la misma que posa, coquetona, en la foto de su encargo.
Luego de fumarse un par de cigarrillos, se acerca por detrás de su espalda, casi rozándola con suntuosa precipitación. Con cuidado sobrehumano le quita del cuello su pelo negro y por sobre el tirante de su vestido rojo comienza a apretarle el cuello tras bastidores. Cuando el reloj ya denunciaba el comienzo del día viernes.
Con los labios ya morados la mujer ha sido muerta sobre un escenario, bajo una idea consolidada en un recuerdo fotografiado. Mujer muerta por haber sido criminada bajo la luz de miles de ancianos de alto poder y moral netamente codificada.
Insistiéndole que la pobre mujer no apaleaba ni un ademán de despedida en las mejillas.
Sólo 7 días después la madre despojaría de susurro sus lamentos y habrá de ser acribillada por su hablar 23 días después de la última fecha enunciada.
Luego no habrá como pararlo. Morirían un par de años después el padre en manos de su hijo, la amiga en las manos de su amiga y un par de amantes en manos de un cobarde. Uno en la mano del otro, dos manos en una, sencillamente dos manos y un cuchillo y una sobra y un te odio y un hasta mañana.

(julieta venegas-sueño de sombras/ esta vez)