lunes, abril 24, 2006

A la hora de la oncecita (17:00 p.m)

Se siente en el ambiente el rechinar pausado y constante de una onda (que por injusto desconocimiento, no sé cómo llamarla). A su vez, una imagen se diluye y se concreta caprichosa, hasta que se anuncia decididamente que un hombre y una mujer, se están dando las coordenadas para encontrarse algún día. Ambos tratan de explicar al mismo tiempo y con ahínco, su posición en el espacio. Haciendo imposible entender para ellos, dónde se encontraba verdaderamente el otro y donde podrían, finalmente, aunar distancias (ya que era domingo y los aviones de rescate estaban de viaje).

José Federico él, María Joaquina ella.

Los personajes comentan durante la tarde (en candente tono) que por culpa de la ceguera que adquirió él después de un enfrentamiento con un pescado, no podrá distinguir nunca más, entre los silencios y las preguntas.
Ella desconsolada, aprieta un rosario que descansa sobre su pecho. Al son de una desafinada guitarra, entona un bolero que se derrite entre los dientes de una anciana que desde una esquina canta con los labios y recuerda la letra de un pasado sin escrúpulos ni pronósticos, pero cargado exclusivamente de consecuencias que vivían entre sus amígdalas y la sequedad de su boca (inconsciente del respirar).
Golpes iban y venían, los amantes estaban encolerizados al parecer. Eso sí, parecían recriminándose más a sí mismos que al desgraciado malparido que disparó el revolver y mató al canarico de verde color y armonioso cantar. Que según dice la señora que barre para adentro en la esquina, habría sido donado por la difunta madre patria a este par de moreteados y ex enamorados.

Comienzan las escenas del próximo capítulo y la niña se alegra porque va a tomar once (un pan con palta y una leche con milo) viendo monitos. Se escucha a Zalo Reyes, y la felicidad se desvanece en el off que indica que había que estudiar las palabras del dictado, que tomaría sin piedad, su profesora al día siguiente.
Haber
A ver
.....
repite mecánicamente,
mientras la ventana se desarma frente a sus ojos.
(concéntrate de una vez).

martes, abril 18, 2006

Quedo

Corriendo por la costanera norte de la (in)conciencia, se me aparece de pronto un semáforo apagado en luz roja, frenando en cuarta, cuneteada y con algo de bencina malgastada, me propongo esperar la verde en el patio trasero de mi auto, resignada a una inmovilidad designada: no siento las piernas (que olvidaron) no creo en usted (me contaron) y me desdibujo en una hoja de papel (que antes de mi) tenía escrito algo más o menos así...

Me senté fríamente sobre una escalera de concreto en un lugar con la misma característica. Tenía sueño, de ese que hace que se caigan los párpados y te duela hacerlo a la vez.
Estaba envuelta en un manto hecho de paño grueso que me gustaría llamar capullo, pero que es correcto decirle abrigo ( haciendo que el frío se convierta en calor, el calor en sofoco; so foco en frío y todo otra vez). Tengo los ojos empapados de recuerdos que nunca existieron. Que injusto me suena hoy que se te deshaga un helado en la mano después de que esperaste tanto tiempo para que no se te pegara a los labios.
Estoy inconclusa y tirada en la escalera, como les decía, totalmente expuesta. Totalmente ingenua y resignada a la idea que esta será la última tarde que espere el ingreso atrasado de mi sombra a la primera función de la temporada.
Hay 4 niños jugando a un juego que improvisan y yo: espero, respiro, recuerdo, siento, me siento, no estoy entendiendo nada, escribo y parece sánscrito para quien lee y borra esta hoja con candorosa facilidad .
Me veo la mano y la tengo inmóvil, violeta, ocupada por puñales, repleta de intentos y desprecupación, desolada y accionada por la costumbre de mover cosas y no entender porqué.
Despreciando el movimiento, me preocupo especialmente de mirar como se deterioran las bases lenta e irreflenablemente. Hay un tiempo para todo, pero ¿cómo se supone que encuentro ese tiempo? (porque nunca llego a casa a tiempo para ver la carta sinóptica y aunque nadie me lo dijo que va a llover mañana y sé también que aunque desee verte ya no importa porque lloverá).
Sigo inmóvil, indolente, mirando ahora como los mismos 4 niños luego de encaramarse sobre un árbol consiguen sacar un aro de sus ramas, Newton siempre tiene razón y mi argumento se desarma nuevamente producto del miedo que me produce la posibilidad que estalle una guerra nuclear en los dominios del Norte del universo de la imaginación.
Con devoción intento ignorar la falta de muerte, la inmensidad me señala que es necesario nadar esta vez. Pero sigo tiesa mirando ahora un jardín repleto de aire y vacio de opciones.

lunes, abril 10, 2006

Verbalizar

El agua de la ducha estaba en ese rango intermedio entre caliente y fría. Para Aristóteles sería una agua virtuosa, para ella era un desagrado no poder mantenerse 5 minutos bajo el chorro ni tampoco tener la certeza de que el frío la ayudaría a combatir su celulitis.
No quedaba crema y la piel le tiraba (siempre buscaba piel en las liquidaciones, ante la mirada ofendida de indolentes consumidores). Se envolvió en una toalla blanca, se sacudió el pelo y se miró al espejo..... oso polar es poco (me creerán que después de 15 años de estudio ESO fue lo único que se le ocurrió).
La puerta del closet se había roto hace 3 meses, aún no la habían arreglado....nadie es lo suficientemente bueno, además tiene una mañita que sólo yo conozco, así es más seguro (sí, ella creía que adentro de estantes de madera vivía un tesoro, menos mal que practica yoga).
Sentada en una silla sacó del armario el atuendo que llevaría pegado en el día, era su armadura, parte importante de un popular leguaje no verbal. Pero ese día estaba aburrida de ser humana y se vistió de apio. A las 12:30 p.m, se dió cuenta que había sido un error: limón, aceite y sal le daban sabor en el plato de un restaurant.
Ahora se hallaba entre dientes, en la punta de la lengua de alguien, al fin supo lo que sintió esa mañana la palabra teleológica.
Miró por primera vez a su alrededor, extraña reacción para alguien que nunca había visto que las cejas de algunas personas cuando se ríen se juntan (dando la sensación que algo mordáz se esconde tras la ingenuidad). Pudo abrir los ojos dentro de la sangre de otro.
Estaba repartida entre células, estaba transformando el desgano en movimiento, el gusto en necesidad. Era alimento y dejó de ser humano, se partió y se repartió para salvar a los que amaba (mientras se teñía en canales, se perdía entre poderes, se partía su grito entre el recuerdo silencioso y la interpretación de colores pintados en tierras de papel).

jueves, abril 06, 2006

2

La princesa de tes blanca, casi decolorada, estaba sentada frente a su característica pared esmeralda. Se cepillaba cada día su pelo, durante sagrados veinte minutos. Deshaciendo así recuerdos y expandiendo su volumen sin control, creando en su acolchada pieza una especie de selva tupida y perfumada (sólo visible para el que se comiera un polvo color tierra que esperaba dulcemente en la entrada).Cuando no lo hacía se desarmaba y recorría por pedazos todos los miles de lugares que imaginaba a la luz de una fe irrefrenable. Hoy durante la misa se había olvidado de su chalsito y entre lectura y bostezo se acordaba sin respiro de lo calentita que estaría con él. Pensaba también cómo pintaría las calles, pues le parecía que el gris no era apropiado para decorar una nublada mañana.La gente se sorprendía, pero bastaba una sonrisa de su parte para que cualquier desperfecto en la ciudad se arreglara ( ya no exiten las cañerías rotas ni las maderas roidas, había siempre pansito fresco en las mañanas).Ella no lo creía posible, pero eran demasiado evidentes las luces que llevaba pegadas a sus ojos. Eran tantas, que a veces el fulgor provocado por ellas llenaba demasiado el ambiente y debía salir expulsado irreflenable como una especie de agua parecida al rocío. Esta tarde fue una de esas y yo que estuve ahí, no fui capaz de hacer nada más que escribir lo que oí. Todo mientras el sol se ponía pijama , la luna hacía su parte con el rimel y yo esperaba tiesa el canto que anunciaría el final del rito.