viernes, julio 18, 2008

Hay escritas infinitas palabras;

sen , gol , bang , rap, dios, fin

miércoles, julio 02, 2008

Nostradamus


¿Te acuerdas aquella vez que predije la muerte con la picardía de un santo?
Tú estabas ahí, tan presente. Un recuerdo que vale la pena oler tres veces, que vale la pena desvestir y llorar de vez en cuando.

Porque tú lo abarcas todo y lo repletas, lo llenas de vacío y no dejas espacio para mí

Y ahí, en la ausencia de mi masculina realidad, en silencio, me receto las ganas de tocarte.

Aunque sepa que en 20 años más llorarás haber dejado escapar mi cuerpo repleto de mar, eso no me alcanza. Yo quiero tu olor conmigo esta tarde.

Aunque mi profesión merezca tus brazos arrugados y arrepentidos, yo quiero comerme tus labios hoy.
Borraría todo mi talento predictivo de cuajo de tener tus manos arrullando mi frente con la suavidad que nunca supiste darme. Si de momento aparecieras rogando mi abrazo por esa puerta, si me pidieras hoy mismo que saliéramos a caminar de la mano y que te hiciera el amor, yo dejaría estas voces que me repiten que los hombres se matarán unos a otros y que me cuentan que mi recuerdo insistente te tocará las piernas cuando cumplas 33.

Me encantaría amarte de frente y no tener este recuerdo difuso de tus manos amarrando tu pelo. Que mi presente y mi futuro de nada sirven si no me enseñas con dulzura como la miel de tu boca mancha mis camisas.

De no tener que depender del futuro para llenar mi plato de comida, olvidaría que no tuvimos el valor de tocar con las manos lo que, en el centro del pecho, nos distraía.

En la impotencia desaparezco entre tanto mundo enardecido y rezo por que todo esto sea mentira, pido por el ti y el por mí. Por el nuestro placer muerto en un bostezo.

Aún así, siempre esta la porfiada esperanza de un redoble de tambores y un te quiero, que logren rearmar en cualquier espacio, cualquier por ti.

Es entonces cuando me atrevo a decirte, en mi doble ocasión de crecimiento, en mi nueva opción de darme a luz, que si te he visto no me acuerdo. Aún después de sufrir ese abismante dolor de crecer, de ver mis huesos partirse en miles de fragmentos incandescentes, de ver mis músculos extenderse como elásticos vencidos, de rellenarme de litros de sangre y de carecer de miles de neuronas, porque la pubertad así lo quiso.

Qué más podría señalarte un día cómo hoy, que los buenos días se dicen de pie y sincronizados. Que desde esta trinchera seguiré escribiéndote cartas y esperando que mañana pueda ser otro día. Ojala lo que digo sea mentira, que nuestro dolor sea momentáneo y que esa micro no me pise a las 3.
Ojala (y esto de verdad te lo digo) que todo lo que he dicho (como me dijiste) sea mentira.

Porque si tu mientes, yo te creo.