jueves, marzo 20, 2008


Y no sé, el reflejo de las luces brillantes en el espejo me hicieron recordar una y otra vez la especie de bondad que vivía en sus ojos, la especie de respiración cierta y constante, su olor a árbol maduro, milenario, sobreviviente y verde, que despertaba al retardado de mi cuerpo sin razón aparente.
Y eso, cómo te iba contando, me sorprendía hasta el punto de estallar de risa sin pudor ni celo. Y mi orgullo quedó para mañana en la mañana, cuando después de tomarme una aspirina, le conté en su cocina que no me llamaba Gloria.
Me llaman por la otra línea, hablamos más tarde.