domingo, agosto 26, 2007


Lo que de noche sonaba como angustia aserruchada, desgarradora y ensimismada, en la mañana olía a cigarro culposo y orgásmico a las 3 de la mañana. A una de esas melancolías infundadas, a esos miedos a la muerte cubiertos de polvos vencidos.
Lo que de pronto salvaba el día, hoy no hacía más que esparcir como fuego en casa de madera miles de bichos raros cubiertos de experiencia.
Se absorbe en el aire cualquier valor para saludarte o cualquier excusa para adormecerte.
Hoy tú te escapas conmigo, hoy me escarmiento por tanto silencio.
Las moléculas de pecado al fin vuelan libres y tu estampa pulcra me duele en los ojos. Eres gigante y perfectamente creíble. Eso es lo que me deja nula de excusas.
Yo merezco un par de zapatos de tacón y lloraré lo que dure el trayecto de vuelta a mi casa. Me siento, me paro, me vuelvo a sentar.
Mi parto habrá de desaparecer.
Mis comillas resolverán cantarte un sonido mudo y resucitar la piel con tus caricias. La calma llegará a atormentarme de nuevo con mil preguntas y ninguna respuesta y estaré lista en el transcurso de la mañana, lo prometo, para seguir creciendo más y aprendiendo menos. Esa mañana habré de madurar.
Que los ricos son ricos, que los pobres, pobres. Que la culpa se borra limpiando los mocos y rezando antes de cenar. Que a veces se borra criticando eso. Que a veces les gustaría sacarse los dientes, sacarle los dientes, y comerse una copa de helado más grande que la 38 D. Que bueno que se les haya movido el piso, que buena que es la unió social, que bueno que está este sándwich, que linda es la cultura.
No te creo nada.
Ni lo que comes, ni lo que duermes, ni lo que cojes, ni lo que no bebes, incluso no creo lo que podrías llegar a mentir.
No te creo nada.
Guardada dentro de un bolsillo y de pronto el silencio que mata cualquier pudor, que me adormece en una canción estremecedora que no hace más que matar mi decencia.
Abro los brazos y no tengo la fuerza para desvestirme y dormir. Sólo me agua la boca, la nariz, las mejillas y la frente, el débil comienzo de una absoluta indiferencia. De una exquisita mantequilla y de una verdad sin muela.
Tu abrazo no me cansa, cada vez que lo vislumbro me aquieto en un miedo insufrible a que sea el último, y no deja nunca de tener la torpeza del primero, la lujuria de los instantes venideros y la sencilla razón de deberte amar, de no tener otra alternativa más que mudar el ánimo para conocer tu nombre. Conocer cada una de tus sonrisas y perfectas perversiones.
Me dolería la mano si escribiera de noche. Si lloro en la pieza oscura después del humo, de las piernas cruzadas y la más sincera soledad.
Pronto tocan a la puerta. Se enmarcan y se desarman por más de 23 minutos. Pero inminentemente la violencia superaría mis buenas intenciones y repetir los dos o tres números que configuran mi obsesión con la basura y la recriminación pro muerte tendrá mayor sentido en mi seguridad. La letanía de tus palabras evocando las mías, plajeando mis ojos, reproduciendo una y otra vez tu intención de abarcarme infinitamente, es absurda a la hora de tu risa emulando mi ingenuidad. En la plenitud de mi humana situación vertical perpetua. En la sinceridad de no creer lo que estoy subrayando, porque no lo examino. Porque no voy a examinarlo más. Porque yo me creo lo que rezo, no habré de hacerlo más. Hoy aplaudo la realidad, me la como, y comienzo a construir algo digno de mí. Algo digno de trazar dos veces.

lunes, agosto 20, 2007

de los secretos y otros rastrillos


La tomaron por sorpresa me dijo.
No alcanzó a reunirse con ellos me dijo.
La subieron a golpes y se la llevaron vendada en un auto con olor a amoníaco me dijo. Con olor a pipí de gato, predijo.
El pulso lo tenía por el cielo y la circulación por alrededor de sus manos se había cerrado entre el morado sonido de las cadenas le dijo.
La tomaron por el pelo y se lo sacaron le dijo. Pero ella no dijo nada, ni un nombre al boleo les dijo. Sólo el de su hijo abortado le dijo.
Un hombre la tomó por corriente. Corriente en su boca y en sus pudores, le dijo.
¡Tu madre esta muerta putita! le dijo.
Practicaron con cianuro en sus venas, repito.
Un joven le quemó los dedos con soplete, se dice.
La metió en una bolsa y se le resbaló al mar se dice.
Pero al mar le revientan en las olas los sayones y en su orilla la dejó, él dice.

El cuerpo flotó, silencio. Silencio al ver el cuerpo expulsado y descompuesto-nos dicen.

Fue un crimen pasional nos dijeron. Uno común y corriente, se dijo “uno digno de portada de diario” se hizo.
Las hermanas fueron entonces a buscar el cuerpo ya de luto. A pedirle ayuda al juez, le dicen. -¡En nombre de Dios, váyanse a escribir un cuento!, les dijo. Usen su vasta imaginación en algo productivo-les dijo.

y ellas dijeron de boca en alto que sus paredes nunca más fueron blancas, roja pintura adornaría su puerta. Su cama y su nula conciencia. Su nula conciencia en las camas de otros que exhiben pistola en su mesita de té.

bautizaron ese año: Promesa de roza, de Roza con z.