martes, mayo 20, 2008

409


Había esperado 35 minutos la micro. Habían pasado también alrededor de 10 canciones. Me subí sin decir el hola que acostumbro, no estaba de humor.
La micro por la demora estaba repleta, así que tuve que reacomodar mi bolso varias veces, y sobajearme con una manga de desconocidos.
Por suerte quedaba una esquina y una baranda para mí, un pequeño placer cotidiano. Quede frente a un trío de trabajadores, recién me había duchado y sentía mi olor como si fuera verano. Me puse a pensar en él.

Suenan los beatles en mi mp3 y veo a un señor babear. -¿Cómo tanto sueño?- pensé.
Pobre señora a su derecha, se ve incómoda. Se hace a un lado y justifica su continuidad en el asiento con un movimiento de hombros, como si quisiera pedir disculpas en nombre de él.

Me empieza a sorprender el agua que brota a borbotones desde su boca. El hombre hace globitos y su saliva recorre su cuello copiosamente. Paro la música.

El hombre está convulsionando.

Como puedo, llego donde el chofer. Le digo, asustada, que hay un hombre que convulsiona en la parte de atrás del vehículo, pero me mira y me dice que no puede hacer nada. Llamo a una ambulancia, están fuera de servicio. A esas alturas la gente está alterada. El hombre convulsiona violentamente desde su asiento. Llamo a carabineros, me dicen que llame a una ambulancia.

El hombre con los ojos blancos, escupe copiosamente y empieza a hablar como en un transe. Vomita con vehemencia todo el dolor que tiene acumulado en su asiento, todas las mañanas, tardes, y noches perdidas en comprar un pan, un pan que le sirve para pagarle la mantequilla al banco.
Escupe palabras que no se le entienden; guarda, expulsa, mea y palpita todo un diccionario intenso, propio y necesario.
Transmite, como una lava incesante y ácida, una lengua nueva entre los pasajeros; mientras yo temo que se la muerda y se ahogue.
Miro el reloj, seguro llegaré tarde.

El señor ahora se pone de pie mitad por convulsión, mitad por ira y señala un perro que está afuera del transantiago (al menos eso es lo que veo que señala desde mi posición). El señor escupe en la cara de una niñita que, de los nervios y la náusea, se pone a llorar.
Salta luego, sin pudor, por entre medio de los pasamanos y la gente se empieza a asquear. Ya no es lástima lo que sienten, porque está hablando de temas que no se conversan ni en la mesa ni en el transporte público, esto ya es una falta de respeto.

En eso un joven, cansado del espectáculo, lo toma del torso y lo zamarrea. El señor se despierta.
Aún en estado de shock, se nota que no comprende nada.
Le preguntan si esta bien, si quiere algo. El niega con pudor todo ofrecimiento.
Toma una botella de cachantún y se bebe de un solo sorbo toda el agua.
Toda la micro se ríe.

Vuelve el silencio.

Luego de tres cuadras, el hombre se baja como si nada. Todos retenemos el aire y nos miramos sospechosamente. Tres cuadras después se sube un viejo con muletas.
Sólo entonces, podemos volver a respirar en paz.

4 comentarios:

Lorena Zúñiga dijo...

y lo más probable es que si eso llegara a pasar en la cuatrocientos nueve, nadie haría ABSOLUTAMENTE NADA.
limpiarse los ratrojos de baba, quizá, y mirarlo feo con cara de "no-me-arruine-usted-el-día"
todo lo que es indiferencia colectiva.

besos conti, suerte con ese estudio.

Re dijo...

NO ENTIENDO =|

el mundo actúa de maneras inimaginadas...



((por eso no me gusta estudiar filosofía, cosas se pasan por alto ))

Daniel dijo...

Despacharse dos relatos notables es una cosa digna de mi envidia...
jajajaja

Mírame dijo...

aplausos para esta niña que es tan sustancial en sus relatos, y que logro desprenderme de la rutina.
un gusto querida vacaenelfollaje.