martes, mayo 13, 2008

duelo

Mis zapatillas nuevas durmieron a mi lado. Me las saqué para poder dormir, para dormir cómodamente digamos, y para demorarme menos en conciliarme en el sueño.
No puse mucha atención donde las dejé, en general no me fijo mucho donde pongo las cosas y mi madre me suele sermonear por ello. Usualmente creo que tengo la suerte de no poner mucha atención, pero lo que hice anoche fue un despropósito. Fui descriteriada y provoqué un desastre de proporciones irónicas que aún desconozco.
Me desabroché los cordones de una zapatilla y me la saqué, la otra fue desenfundada producto de mi pie, que ya liberado, la empujó y la hizo volar por los aires. Las 2 cayeron dentro de un perímetro similar.
Pero yo caí a un lado, tenía demasiado sueño y estaba demasiado contenta como para fundar un día nuevo antes de dormir un rato. Así que me arropé y desarropé durante la noche. Supongo que me debatí entre un lado y otro y también asumo que mi respiración se encendió a ratos y mi pecho se empezó a querer continuo y acelerado desde la noche anterior, sospechoso estado de temor y regular sensación a leche condensada. Cómo si esto fuera una pregunta, me respondo que es verdad y que lo sustantivo justifica la existencia de mis labios y mi lengua, aunque me confundan con su carencia de aliento cada vez que lo pronuncian.

Al despertar miré a mi derecha y ví un charco de sangre. Era, para ser precisa, una tela roja y cordones que amarraban a mis zapatillas antiguas por el cuello. Las nuevas estaban durmiendo plácidamente a su lado, o lo estaban aparentando, no había ánimo para descubrirlo.

Las muy sínicas durmieron pegaditas a mi y yo irresponsablemente las dejé solas, así que el amanecer ya me mostraba lo inevitable, se habían agarrado de las lenguas los dos pares rojos y olímpicos, así no se puede.

Luego de volver del shock, tomé a las viejitas en mis manos y claramente se podía ver, sin peritajes forenses, que había luchado. Las viejas canallas estaban amarradas y en silencio, de ellas emanaba un olor putrefacto. Después de haber pedido tantas reivindicaciones deben haber estado cansadas, no las culpo.
Así que las saqué afuera, las dejé a un lado del basurero y les di sepultura.

En la noche, cuento corto, me puse las nuevas y según lo que he escuchado últimamente estaba muy feliz, bailé como nunca.

Preferí no hacer ninguna denuncia, lo que a veces no me permite dormir bien. La culpa aparece de tanto en tanto porque estoy conciente que soy la única testigo ocular del desastre y si no hablo, este incidente nunca se va a saber. Pero cada vez que en mitad de la noche me despierta el remordimiento, me pongo mis zapatillas nuevas y vuelvo a dormir. Igual como si fuera un ejemplo de inverso multiplicativo: entre más duermo con ellas, menos vergüenza tengo.
Y no es por justificar nada, ni menos que no haya superado la muerte, pero la cicatriz perpetua en mi talón y el conglomerado de ampollas en mi metatarso no son nuevas, son responsabilidad de ese parcito que ya van rumbo al basural. Así que no te atrevas a mirarme así; que tú chala, a estas alturas del otoño, deberías estar durmiendo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

vaya cuentoepitafio
debiera hacer uno a las mías, sólo que aun no acepto su muerte y tengo el cadaver en mi closet.

Anónimo dijo...

n.d.a.: "vaya cuentoepitafio" = ingeniosa idea bellamente escrita.

Anónimo dijo...

ajá.. sólo paso para dejar constanza, perdón, constancia de que sí paso por acá, y no sólo de vez en cuando..
sobre el texto, me gustó mucho, como todo lo tuyo lo que proviene de ud... igual creo que no deberías botar las zapatillas viejas.. no usarlas eso sí, para eso tienes las nuevas
atte.
El sujeto

Anónimo dijo...

*como todo lo que proviene de ud.
(erratas)

Conti dijo...

:')

Unknown dijo...

que bien que vuelva a leer algo suyo.

Daniel dijo...

Mala Persona!

las zapatillas nunca se matan..,

hay que dejarlas ser
que las polillas las pulvericen solas
que se pierdan por ahi
o que tu mama las regale en un mentiroso ataque de caridad...

pero las zapatillas! nobles no-seres que nos acompañan sin chistar, sin decir una palabra, incluso en nuestro descuidos cuando pisamos cosas malas... o cuando las arrastramos sin piedad despellegando su piel de queso...

las zapatillas no se merecen ese amargo final...

saludos
GAY